sábado, 26 de abril de 2025

Origen de la ñ

La letra “eñe” representa un sonido que no existía en latín y que, sin embargo, encontramos en la mayoría de las lenguas romances (italiano, portugués, francés, castellano, etc.). Este sonido se define como nasal (con salida del aire por la nariz), palatal (la lengua se apoya contra el paladar duro) y sonoro (las cuerdas vocales vibran).

En el siglo IX los copistas y escribanos comenzaron a transcribir un sonido para el que no existía una letra propia. Para ahorrar tiempo, y, sobre todo, papel y tinta, era muy frecuente el uso de abreviaturas. La “nn” se abreviaba con una “n” con una vírgula o virgulilla encima, y así es cómo, por motivo de economía, nace la letra “ñ”. La reforma ortográfica de Alfonso X el Sabio, que buscaba establecer las primeras normas del castellano en el siglo XIII fue fundamental para fijar la “eñe” como única grafía para representar el sonido nasal palatal sonoro. Más tarde, la primera Gramática Castellana publicada por Antonio de Nebrija en 1492, reconoce el estatus de la “ñ” y de su sonido diferenciado respecto de la letra “n”.

La adopción de “ñ” como abreviatura de “nn” es la solución adoptada en castellano y gallego. En italiano y francés la palatalización nasal quedó representada por el dígrafo “gn”, otro de los grupos latinos que dio lugar al sonido. En catalán, se representa por el grupo “ny”, y en portugués, como en occitano, como “nh”.