"En materia de reformar cosas, a diferencia de deformarlas, hay un principio claro y simple". Sugiero imaginar "en aras de la simplicidad, una cerca o puerta erigida a través de un camino... El tipo más moderno de reformador se acerca alegremente y dice: 'No veo la utilidad de esto; tumbémosla'. A lo que el tipo más inteligente de reformador haría bien en responder: 'Si no le ves la utilidad, ciertamente no dejaré que lo elimines. Vete y piensa. Luego, cuando puedas regresar y decirme que ves su utilidad, puedo permitirte que lo destruyas'".
La idea es que sólo cuando sabes cuál era el propósito de algo, puedes decidir si aún es necesario, si se debe modificar o sencillamente omitir. Según Chesterton, ese principio se basa en el sentido común más elemental.
"La cerca no creció allí. No fue creada por sonámbulos que la construyeron mientras dormían. Alguna persona tuvo alguna razón para pensar que sería algo bueno para alguien. Y hasta que sepamos cuál fue el motivo, realmente no podremos juzgar si fue razonable". Y de no asegurarnos, "es muy probable que pasemos por alto algún aspecto completo de la cuestión".
—Chesterton. The Thing. Why I am a Catholic. 1929