Mientras se celebraban los juegos en Olimpia, un anciano deseaba verlos, pero no encontraba asiento. Mientras iba de un lugar a otro, se topó con insultos y burlas, y nadie le hizo lugar. Pero cuando llegó frente a los espartanos, todos los jóvenes y muchos de los hombres se levantaron y le cedieron su lugar. Como todos los griegos reunidos mostraran la aprobación de esta acción con aplausos y la elogiaran mucho, el anciano sacudió su cano cabello y su cana barba y con lágrimas en los ojos dijo: ¡Ay de los malos días! Pues todos los griegos saben lo que es correcto y justo, pero sólo los espartanos lo practican.
—Plutarco. Moralia. Máximas de espartanos desconocidos. M55.